El temor a escribir y 12 errores que comúnmente comete el principiante
Cuando no estamos acostumbrados a hacerlo pero que tenemos que escribir con regularidad, como ocurre en el ámbito académico universitario, súbitamente se nos viene a la cabeza el montón de reglas que habrá que seguir para componer correctamente, las cuales poco conocemos, y eso nos saca de balance. Luego pensamos en el formato apropiado que deberemos aplicar. No tenemos la menor idea del tono en que tendremos que exponer los pensamientos. Nos hace temblar la cuestión ortográfica; la caligrafía, etc. Y mientras más discurrimos en la complejidad de la escrituralidad más ideas anti-escritura nos surgen, y más nos atemorizaremos.
Con el temor a la escritura instalado como un germen patógeno en nuestra mente, pronto estaremos vencidos y atenazados por un insidioso bloqueo.
Podremos tener la información de lo que queremos comunicar por escrito; clara y clasificada, lista para ser amasada y convertida en inteligentes expresiones, pero… el bloqueo estará ahí.
Este es el problema del cual no son conscientes muchos de los que imparten cursos de escritura en español, y en lógica consecuencia no se toca el asunto. Cuando Peter Elbow desarrolló su método de escritura libre, fue precisamente para atacar el núcleo de ese problema: las raíces del temor que llevan hacia la incapacidad de escribir.
En la escuela quizá nos hayan enseñado a preocuparnos por el buen decir mediante la palabra escrita, por la excelente ortografía, por el uso diverso y exacto de las palabras, por la letra legible y elegante, por tantas otras cosas que se espera que tenga un texto acabado.
Pero no nos enseñaron que un texto bien hecho se construye poco a poco a partir de una idea y siguiendo un plan. O sea, como si de la construcción de una casa se tratase, no nos dicen cómo se planifica la vivienda y se esboza el proyecto; cómo se nivela el terreno; cómo se preparan la zanjas para los cimientos y los pozos para los puntales; cómo se dispone de los materiales ––arena, cal, piedras, cemento, varillas, ladrillos, etc. ––, cómo se preparan los cimientos y se levantan las paredes, etc.
El desarrollo de la obra lleva un paso, toda obedece a un plan, y si algo sale mal se corrige. El error no está excluido de la construcción de la obra. No está en el proyecto ––¡ni falta que hace!––, pero siempre surge.
Es una ley natural, el error emerge en la producción de toda obra; puede ser grande o pequeño, venir sólo o en bandadas; el error es inevitable, y el autor debe estar preparado para recibirlo en cuanto lo perciba y darle el trato conveniente.
Esto tampoco nos lo enseñan en la escuela, aunque debieran. Tan sólo el caer en cuenta de ello, en que los problemas están a la vuelta de la esquina, es un primer ademán hacia el cambio.
Algunos de los errores de los escritores académicos principiantes ––y a veces avanzados–– que he encontrado en mis talleres de escritura científica y académica, que aquí presento sin un orden concreto, son los siguientes
1. El más común es el de confundir el poder escribir con el saber escribir, donde lo primero les viene de la educación escolar, y lo segundo del entrenamiento escritural. Si la persona no se percata o acepta esto, su situación dará lugar a mayores errores, o a no escribir casi nada.
2. Otro de los errores regulares que he encontrado, es el de que normalmente dejan el plan inicialmente trazado en la idea central, y sin darse cuenta siguen por otro rumbo y terminan en tierra de nadie.
3. Tratar de corregir y perfeccionar el texto a medida que se va escribiendo. Esto hace perder el tiempo y el sentido de lo que se pretende transmitir.
4. Un error grave es que muchos suelen pensar que su texto recién escrito es un texto perfecto defendible ante un comité o que está listo para ser publicado en algún medio especializado, cuando lo cierto que se trata apenas de un borrador, un primer acercamiento a lo que puede ser el texto final, y que incluso puede ser descartado porque no llena las expectativas.
5. He visto que los principiantes encuentran graves dificultades para redactar textos en voz pasiva, como lo demandan los cánones de las publicaciones académicas.
6. También suelen tener una visión demasiado reducida, casi inexistente, de lo que se puede escribir en sus campos, o por el contrario,
7. A veces se confunden por tener información con múltiples puntos de vista y no discernir la que es adecuada a su visión de las cosas y de su trabajo.
8. Otro error ordinario es el de que acostumbran escribir bajo la influencia de la impronta de lo último que escucharon o vieron.
9. También, con frecuencia aumentan la redacción de sus trabajos con información innecesaria o paja, como se le denomina a ese exceso de palabrería insulsa.
10. Ordinariamente, el principiante suelen pensar que el tema que está tratando de comunicar por escrito nunca antes se había visto o escuchado en el medio, y esto se debe a que ha tenido un acercamiento muy superficial al asunto central.
11. Otra falta es la que se tiene al confundir la cantidad de tiempo dedicado a escribir con la calidad del producto resultante.
12. Muchos autores académicos acostumbran redactar oscura o densamente sus textos, tal vez en la creencia de que mientras más pesado el escrito más científico o académico será, y porque desacertadamente confían en que lo que compusieron lo entenderá el lector experto. Esto solo cosechará desinterés y falta de lectores.
Hay quien dice que el principal compromiso del escritor con su lector, es evitar que este último interrumpa la lectura a partir del momento en que comienza a ojear el escrito, que esta es una señal del buen agarre que tiene un trabajo.
Tampoco hay que olvidar que es recomendable para el autor escuchar los comentarios de otros colegas o lectores sobre su manuscrito para mejorarlo. Tratar de comprender lo que ellos dicen acerca del texto y, sobre todo, elemento básico que a los principiantes se les hace difícil asimilar, entender que todos los escritos son mejorables.
Victoriano Garza Almanza