Dogmas en la escritura académica

Ante la falta de cultura y de oficio para practicar la escritura académica en México, es de notarse que entre los universitarios destacan distintas ideas erróneas sobre este asunto, mismas que podríamos catalogar como dogmas anti escriturales. Y digo anti escriturales porque inhiben el proceso de escritura.

Algunas de esas ideas descaminadas, que son un impedimento que las personas se ponen antes de comenzar a bregar, sin que esto signifique agotar la lista, son las siguientes:

  1. No tengo tiempo para escribir.
  2. La inspiración es fundamental para escribir.
  3. ¡No puedo escribir!
  4. Sé escribir pero no tengo necesidad de hacerlo.
  5. El académico sólo escribe por obligación.
  6. Sólo escribo a cambio de algo.
  7. Ya no tengo edad para comenzar a escribir.
  8. Únicamente los novelistas son escritores.
  9. Cuando se escribe de algo, se escribe de un tirón
  10. La página en blanco me desarma y quedo congelado.

Dogma 1: No tengo tiempo para escribir

Una de las cosas que el individuo normalmente piensa cuando comienza a escribir, y esto se ha convertido en un dogma, es que va a dedicar mucho tiempo a esa actividad. Bueno, no se equivoca, pero no siempre va a suceder así si está educado para hacerlo o se prepara para este propósito. Como no está capacitado para ello, cuando tenga que redactar va a pasar sentado largas horas, mentalmente pajareando de rama en rama  en el árbol del aburrimiento, hasta que se harte de intentar escribir montones de páginas y creer que su improductividad se refleja en las palabras o frases rayoneadas y en ninguna hoja terminada. Lo que ignora es que esa aparente “improductividad” es parte del aprendizaje. Los intentos repetidos de redondear un tema lo posibilitarán a tratarlo mejor cada vez que lo aborde. Ahora bien, el tiempo que dedique a la escritura, así sean 10 o 20 minutos por sesión, deben de encontrar acomodo, a como de lugar, en el programa diario personal y, sobre todo, respetarse. Si no se disciplinan los momentos para escribir, poco caso hay en que se pretenda hacer lo que no se puede hacer.

En tal sentido, Rilke señaló: “Todo aprendizaje es un tiempo de enclaustramiento”. Y el comenzar a escribir es un aprendizaje que demanda de la persona concentración, enclaustramiento físico y/o mental. Es necesario querer escribir más que querer hacer otras cosas. Sólo así encontrará uno tiempo para hacerlo.

Dogma 2: Esperar a la Musa. La inspiración es fundamental para escribir.

La inspiración no surge en momentos de iluminación. La verdad es que si hay inspiración esta se origina a causa del perseverante intento de hacer las cosas, y si acaso aparece lo hace al final, casi cuando lo que se busca hacer bajo sus influjos está totalmente hecho. No al revés. La escrituralidad surge cuando la disciplina se hace oficio. Tomás Alba Edison decía que su genio era un 1% de inspiración y 99% de transpiración. Lo que significa que no hay creatividad sin sudoración.

No sólo se hace esfuerzo cuando se trabaja físicamente, también cuando se labora intelectualmente. Pero si el cerebro se fortaleciera de la misma manera como se fortalece el músculo de los físico culturistas, por el hecho de pensar esforzadamente su tamaño sería mayor que los bíceps de Charles Atlas. Y si así fuera, se notaría muy fácilmente que en el mundo hay mucho raquitismo mental. Los enjutos y escuálidos cerebros de los individuos se verían por millares

Dogma 3. ¡No puedo escribir!

¡No puedo escribir, no me educaron para hacerlo! Esas palabras se escuchan muy a menudo en los talleres de escritura. Los que asisten al taller están ahí porque quieren vencer esa barrera, que por lo común logran hacerlo después de una semana de actividad. Darse por vencido antes de intentarlo, es la manera más fácil de eludir esa situación y perpetuar su bloqueo mental.

Dogma 4. Sé escribir pero no tengo necesidad de hacerlo.

Esta una mentira común en el medio académico. No todos los universitarios saben comunicarse por escrito, pero sí todos necesitan hacerlo; por lo menos en algún momento de su vida profesional. Primero, eso de “sé escribir” o tener la preparación para comunicarse por escrito se confunde con poder escribir o discernir como anotar algo, que no es lo mismo. Segundo, eso de “no tengo necesidad de hacerlo”, es una salida fácil que más bien se utiliza para encubrir la falta de competencia escritural.

Dogma 5. El académico sólo escribe por obligación.

Existe la idea de que el académico sólo escribe por obligación, cuando se lo exige la institución. También se piensa que esta obligación recae únicamente en los profesores investigadores. Por tanto, si no se investiga menos se tiene la obligación de escribir y publicar.

Dogma 6. Sólo escribo a cambio de algo.

Los puntos 4,5 y 6 están estrechamente relacionados. El académico suele motivarse para escribir y publicar, y darse a la tarea de aprender a hacerlo cuando no tiene la menor idea de cómo hacerlo, siempre y cuando haya una recompensa a cambio.

Dogma 7. Ya no tengo edad para comenzar a escribir.

Esta idea, la de que uno ya está demasiado viejo para comenzar a escribir, se repite en todos los talleres de escritura que he impartido. Y yo les contesto, ¡claro que sí! Aún más en el medio académico. De hecho, si uno pone atención a lo que se publica en la actualidad en otros países, encontrará que están surgiendo muchos autores mayores de cincuenta o sesenta años. Esto se debe a la motivación y facilidades que encuentran en los modernos medios de publicación electrónica. (Ver la nota “¿Existe una edad para empezar a escribir y publicar?, publicada en este blog).

Dogma 8. Únicamente los novelistas son escritores.

Esta falsa idea proviene del ámbito literario. Al menos es común escucharla en México. Como que los autores de novelas se consideran que ellos son los únicos que pueden ostentar el título de “escritor”, y así lo difunden muchos de ellos. La falsa creencia ha permeado escuelas y universidades, y se ha afincado como una supuesta verdad. Por eso, cuando los jóvenes llegan a preparatoria y universidad, nada más lejos de su mente que el tener que escribir, pues ya saben que no van a convertirse en novelistas.

Dogma 9. Cuando se escribe de algo, se escribe de un tirón.

También es común pensar que cuando se tiene que escribir sobre algo, sea un ensayo o un artículo, el trabajo se hace de una sentada. Es decir, que el texto se redacta de un jalón. Luego, también se piensa que cuando quedó escrito, el documento producido queda listo para ser publicado de inmediato. Lo cierto es que la preparación de un trabajo, sea un proyecto, un capítulo de libro o un artículo científico, puede tomar tiempo. Es un proceso iterativo, de ir y venir, coser y descoser, de borronear y reescribir, hasta finalizar.

Dogma 10. Me congelo ante la página en blanco.

Cuando no se tiene nada que decir no se dice nada, y punto. Pero cuando hay algo por contar y tenemos que hacerlo, pero a pesar de nuestro esfuerzo no podemos escribirlo, está a la vista lo que llaman “bloqueo mental”. Este es un problema psicológico producido por varios factores, siendo el principal el de que no sabemos cómo empezar a escribir o tenemos muy poca práctica. Pero esto tiene solución, no es una tara con la que uno tenga que sobrevivir toda la existencia. Una de las mejores maneras es comenzar a escribir, y formar o participar en lo que denominan en la escuela americana: una comunidad de escritores. Esto sirve para compartir experiencias y ayudarse mutuamente en la mejora de los escritos. La comunidad de escritores es una, entre otras más, de las mejores maneras de sobrellevar y salir adelante del bloqueo mental.

Victoriano Garza Almanza