La lectura y la búsqueda de un tema para la investigación de tesis

Una de las preguntas que regularmente planteo a los estudiantes de nuevo ingreso al posgrado, es la de cuántos libros leen al año. Se trata de jóvenes profesionistas, trabajadores, y a veces casados. La respuesta común es la de que leen de 0 a 1 libros por año, excepcionalmente 2 o hasta 5, número que yo reduciría a 0, pues he comprobado que es falsa la respuesta cuando después les pido que me digan los títulos y autores de las obras, y que las resuman. Un lector adivina a otro lector, y yo no encuentro en ellos a ningún lector.

Esta pregunta, entre otras que hago, viene a cuento porque si esas personas decidieron volver al aula, entonces, uno, como profesor universitario, debe ver que madera tienen para ser entrenados como investigadores, y evaluar que tan lejos pueden llegar.

Independientemente de las excelentes calificaciones que hayan obtenido en sus estudios universitarios, o de las habilidades técnicas que posean y los posicionen favorablemente en la industria, en el hospital, o en los negocios, sencillamente yo los divido en dos grupos: los que leen y los que no leen.

La razón de esta categorización es que, después de varios años, he encontrado (1) que los mejores lectores son buenos prospectos para la investigación, mientras que (2) los que no leen absolutamente nada, salvo la sección de deportes o la editorial que trae pura politiquería, sólo son rescatables si se dejan guiar por su asesor y se someten a un riguroso régimen formativo.

Ahora, hablemos del segundo grupo, el de los que saben leer pero no leen.

La ausencia del hábito de lectura en sus vidas ordinarias, presupone estudiantes de posgrado que batallarán con algunos aspectos del entrenamiento. No propiamente con el estudio de disciplinas específicas, pues al ser universitarios graduados prácticamente están preparados para contender de lleno con el material concreto de las asignaturas, sino con ciertas competencias que los deberán encaminar en su formación de investigadores.

Y, si bien, la existencia es la experiencia de primera mano de todo ser, que crece día a día en la interacción del individuo con su entorno, para el estudiante graduado esta le puede representar un lastre ––que no percibe–– si la lectura de obras enriquecedoras no formó parte de su crecimiento, amén de cuál haya sido o sea su vida actual.

Es decir, si el estudiante graduado nunca leyó otra cosa que sus libros de texto, mientras estudiaba la carrera en la universidad, y ocasionalmente revistas comerciales, tabloides, periódicos, y a menudo chatarra de la internet; y, además, enfatizó esa conducta después de egresar de la carrera; entonces, la pobreza de su acervo se reflejará en la falta de ideas y de profundidad a la hora de discutir y desarrollar  temáticas de amplio espectro o de una especificidad acentuada. La razón es que casi no tendrá puntos de referencia que le despierten ideas o asociaciones. O peor aún, no las entenderá cuando las tenga ante sí.

Con esto quiero destacar que cuando se deja a esta clase de estudiantes la responsabilidad de decidir personalmente los temas para sus tesis, como ocurre en algunas universidades, el proceso de buscar el tema de investigación les será penosamente sufrido.

Algunos jóvenes tienen ideas preconcebidas sobre sus temas de tesis, que en verdad no soportan el análisis más simple, pues fueron identificados a la luz de esa experiencia acientífica y acultural con la que arribaron al programa de posgrado.

Otros, cuando se ven sometidos a un interrogatorio sobre lo que investigarán para graduarse, y a una urgencia por hallar el tema perfecto, lo que elaboran son frágiles esbozos, temas mortinatos que no servirán más que para hacerles perder el tiempo. Pero lo peor es que replican el error 3, 4 o hasta 5 veces, hasta dar con el tema que les sacará del pozo.

En este contexto, trato de hacer ver a la clase que la educación que adquirirán en el posgrado no es un refuerzo de la educación universitaria que se procuraron en años previos, sino una formación distinta, más avanzada y exigida que posee características y herramientas conceptuales más agudas y diferentes. Y que si van a invertir 2 o 3 años de sus vidas en estudiar un posgrado, que al menos intenten interpretar este aprendizaje como un cambio de rumbo en sus vidas.

Algunos no lo hacen. Concluyen sus estudios de posgrado y se van tal y como llegaron, para continuar haciendo lo mismo pero 2 o 3 años más viejos.

La experiencia existencial de la vida diaria es vital para sobrevivir, pero cuando uno ingresa a un sistema de educación científica y filosófica, porque así habrá que verlo, donde el ejercicio del razonamiento lógico, el discernimiento reflexivo, el sentido práctico para el hacer, el pensamiento innovador, la búsqueda de métodos y modelos alternativos, el liderazgo de sí mismo para sus proyectos personales, entre otras cosas, entonces el estudiante deberá esforzarse en incorporar este nuevo modo de trabajar a su vida. Quizá solo así podrá sacar beneficio de sus estudios de posgrado.

Y no un beneficio que por el sólo hecho de portar un nuevo título les permita obtener un trabajo mejor remunerado que el anterior, sino uno que le aproveche como persona y como universitario posgraduado.

Por lo mencionado, y más que darles una guía o gama de claves para encontrar un tema de investigación de tesis, lo que intento hacer, al menos a los que trabajarán conmigo, es inducirlos desde el principio a la lectura, endosándoles una serie de obras seleccionadas a propósito.

El camino comienza planteándoles:

Si no lees, ¿podrás encontrar un tema de investigación que te llene de entusiasmo los siguientes 2 o 3 años?

Si no lees, ¿crees que podrás escribir tu tesis con regocijo, como debe ser?

Victoriano Garza Almanza