De la enseñanza de la escritura. 11

El tema y la escritura libre

Encontrar un tema para escribir, aunque sea un poco difícil de creer, es el primer gran problema con el que se enfrentan las personas cuando desean redactar algo, cualquier cosa, o contar una historia por carta, o cuando simplemente se les pide que lo hagan. Me ha tocado observar en diversas ocasiones, durante el curso de escritura científica que imparto, lo que padecen los participantes cuando se les pone como actividad la escritura libre.

La escritura libre, que es una escritura sin tema, consiste en un ejercicio contra reloj, promovido por Peter Elbow, en el cual, durante 10 minutos los participantes deben escribir sobre cualquier cosa que se les venga a la mente, trátese de pensamientos desordenados y caóticos, retazos de ideas sin conexión unas de otras, o pensamientos bien organizados y con sentido; lo que sea, sin titubear ni levantar la mano del cuaderno. También se instruye a escribir sin apresuramientos, sin prisas; no es una carrera contra el tiempo.

Se recomienda que este ejercicio se practique 2 o 3 veces al día, 3 o 4 días a la semana, por 2 o 3 meses. Según como se le mire, y los problemas particulares que para redactar tenga cada persona, el ejercicio ofrece varias ventajas.

Una es la de aprender a manejar y controlar el miedo a escribir. Por esto se les dice a los principiantes que no piensen cuando realicen el ejercicio, que dejen fluir su mente y anoten lo primero que les venga a la cabeza. Cuando la persona que no tiene experiencia se ve forzada a escribir, usualmente se congela o pierde el tiempo editando la única frase que pudo anotar en ese tiempo. La escritura libre es un antídoto a esta problemática.

Así, como señala Elbow, aunque las primeras veces la persona escriba cosas que no tengan significado alguno, o que repita incesantemente “no puedo, no puedo, no puedo”, o simplemente “no”, o cualquier otra cosa, el ejercicio cumplirá su cometido en tanto el individuo se ocupe de realizarlo. Aquí no se trata de ver qué escribió ni qué tan correctamente lo hizo, sino de que lo haya hecho.

Otra ventaja es que esta práctica, toda vez que sea ejercitada con constancia, es que logra que la persona conecte la mano a la mente, y, como el niño que aprende a caminar, pueda penetrar con pequeños pasos la dimensión de la expresión escrita.

Pero quizá la más importante ventaja de la escritura libre es, por lo que he observado, un ejercicio que ayuda a eliminar el bloqueo o la constipación mental que miles tienen para escribir.

En los ejercicios que he conducido, que son apenas el principio del taller de escritura científica, hay quien se aferra a la pluma con fuerza como si así pudiera exprimirle ideas, o quien aprieta la mandíbula para no gritar de desesperación e impotencia, o el que apela a la memoria para redactar de corrido la legislación laboral o los principios de la física teórica.

En este momento de la escritura libre se observan múltiples reacciones, no únicamente desconcierto o miedo, también de gusto por emprender una tarea hasta ese momento desconocida pero a la vez interesante.

Al final del ejercicio, después de los 10 minutos, les espera otra sorpresa. Esto es algo que por mi cuenta he agregado y que no hace Elbow, y es que cada uno de los participantes tendrá que leer 60 segundos de lo que escribió.

Se les aclara que no se evaluará el tema, el estilo, el género literario, ni ninguna otra cosa; leerán en voz alta para todos, y esto se los digo, para que se les quite el miedo de compartir sus pensamientos.

También se dan cuenta de que, por lo regular, 60 segundos de lectura bastan para informar lo que escribieron en 10 minutos. De este modo captan la idea de cuánto tiempo cuesta escribir un libro o una tesis, y de cuánto tiempo y esfuerzo le tomará al que elabora una buena obra.

Soy de la idea de que si eliminan el miedo de dar a conocer sus escritos, compartiéndolos de viva voz con sus compañeros y pares, perderán el miedo de escribir sus investigaciones, sus enseñanzas, y sus experiencias, para una posible audiencia de lectores anónimos.

En la mayoría de los profesores universitarios que han cursado conmigo el taller, que lo han hecho porque sienten el compromiso de escribir para publicar, lo cual suena fácil y sencillo, existe la falsa idea de que el tema general para llevar a cabo sus ejercicios de escritura libre está acotado a sus disciplinas; es decir, a lo que más saben, enseñan, y hacen todos los días. Se aferran a practicar la escritura libre sin desprenderse de su ser profesional. Lo que hace de la escritura libre una escritura dirigida.

Se acostumbran a pensar que es normal y lógico que el matemático que enseña matemáticas, investigue y, sobre todo, escriba y publique exclusivamente sobre matemáticas. Lo mismo deberá hacer el físico que enseña física cuántica, o el médico si está especializado en neurología o inmunología, etc.

Solos se ponen anteojeras, y el único camino que andan es el que alcanzan a mirar o por el que alguien les conduce. No rompen el esquema, ni se imaginan que por sí mismos pudieran explorar otros senderos, ni que se pueda brincar del marco profesional al diario vivir, o viceversa.

Si tan sólo se atrevieran a hacerlo y, como el ejercicio de la escritura libre, compartieran sus visiones y asombros, reducirían o hasta eliminarían el temor de escribir lo cotidiano o lo especializado. De paso, vale mencionar, este es uno de los obstáculos que impiden a los investigadores acercarse a la divulgación científica o cultural, por considerarla por debajo de sus niveles.

Soy de la idea de que quienes participan en mis talleres deben de conocer y comprender esto que acabo de señalar, de entender que la senda de la escritura y la publicación, así sea en el ámbito académico, no es una sola, sino que consiste en un entramado de vías interconectadas como una retícula vascular y que, además, lo que suelen pasar por alto, nunca escribirán algo que no sepan, lo que los obliga a permanecer en ruta.

Volviendo al principio, el problema del tema como asunto incontrolable, este puede brotar como una fuente de múltiples asuntos sobre cualquier circunstancia. La práctica de la escritura si anteojeras, entre lo profesional y lo cotidiano, auxiliará al profesor a engrandecer su trabajo en vez de empequeñecerlo con su especialísimo.

Victoriano Garza Almanza