De la enseñanza de la escritura. 3
¿Es la enseñanza de la escritura académica o científica una enseñanza de recetario, donde paso a paso se sigue una receta de cocina? Hay quien piensa que si, y quien lo hace está equivocado.
Como en todo, así lo creo, existen reglas o pistas que nos indican cómo andar un camino, pero hacer el recorrido demanda al andante ––o escritor, en este caso–– viveza para interactuar con la guía que tiene en sus manos, con las ideas propias, con lo que se tiene que escribir o se desea plasmar, y con lo que se está escribiendo.
Sobre esto, quiero mencionar que muchas veces lo que acabamos de escribir no refleja lo que pensamos o pretendimos enunciar. Eso igual ocurre cuando uno habla ante un auditorio y no se domina el arte del buen decir, razón por la cual nos hacemos bolas y expresamos cosas incoherentes y sin sentido… aunque no seamos conscientes de ello.
Pero lo hablado dicho está. Sobre esto no hay vuelta atrás, sobre todo si estamos delante de algún público; en cuanto a lo escrito, mientras no lo hayamos dejado a la deriva y al alcance de otros ojos, si tiene enmienda.
Eso que escribimos lo podemos mejorar, y si no tenemos la habilidad de revisarlo para enriquecerlo, al menos nos queda el poder de destruirlo. Pero a esto no debemos llegar, a arruinar lo que tanto esfuerzo pudo haber costado, sería como un suicidio en miniatura.
Mientras esté en nuestras manos el texto recién escrito se puede pulir y reescribir. Una vez liberado dicho texto a su suerte ––publicado, por decirlo de alguna manera––, con todas las fortalezas y deficiencias que pueda llevar, deberá sobrevivir por sí mismo.
La peor amenaza para las ideas que escribamos y publiquemos, es que hayamos sido tan malos lectores como escritores, entonces los exabruptos gráficos ––que pasarán inadvertidos ante nuestro escrutinio al revisar el texto–– no serán contenidos y saldrán a la luz.
Victoriano Garza Almanza
vicgarzal@gmail.com