De la enseñanza de la escritura. 4

Sobre el mito de la estructura única del artículo científico

En la diversidad de artículos científicos y académicos, publicados y por publicar, hay un sinfín de simetrías enmarcadas en, digamos, las denominadas “guías para el autor” que dictan su formato. Al mismo tiempo, en el mundo editorial científico y académico existen tantas guías para el autor como revistas especializadas se publican, es decir, decenas de miles.

Estas guías ayudan al autor a darle una cierta forma a su artículo teniendo como marco estructural al llamado IMRyD, que es una regla que indica que el artículo debe llevar una sección primera introductoria (I), una segunda sección que explique los métodos y materiales del estudio que se reporta (M), una tercera sección que presente los resultados del trabajo (R), y una cuarta sección que explique el significado de esos resultados y su importancia, lo que se conoce como discusión (D).

Esas cuatro secciones del artículo científico permiten al autor reportar, así, como un reportero de la ciencia, de qué se trató el estudio que realizó, cómo y con qué lo hizo, qué encontró, y qué representa lo hallado a la luz del conocimiento existente y qué tanto promete.

Este marco estructural o IMRyD es la base para la elaboración de casi cualquier clase de artículo científico (debo mencionar que no en todas las disciplinas se ajusta este esquema), para la preparación de propuestas de investigación, escritura de tesis de licenciatura y posgrado, diseño de conferencias, y demás.

Una vieja obra de Meiss y Jaeger compila y reproduce las guías editoriales de los 246 journals médicos más importantes de la década de los ochenta del pasado siglo. Si las vemos con detenimiento encontraremos que las instrucciones para los escribientes tienen patrones comunes, como el infaltable IMRyD, pero también incontables diferencias en aspectos específicos (como el estilo de las citas).

No obstante su apariencia de camisa de fuerza, las guías permiten al autor experimentado cierto rango de creatividad, tanto por lo amplio o estrecho de unas u otras guías, como por el buen uso del conocimiento y del lenguaje que esta persona posea. Esto permitirá al investigador–autor (cuando identifique la laxitud o lo apretado del formato) relacionar unas secciones con otras para darle un flujo lógico a las ideas y al pensamiento central del artículo.

Si aprendemos a reconocer esos “patrones”, entonces el hacer y deshacer textos, el escribir y leer críticamente, el saber crear tablas y figuras, todo esto nos facilitará el trabajo de escribir el artículo, la conferencia o la tesis.

Desde la literatura, habida cuenta que la literatura científica es sólo una rama del árbol de la literatura universal, Sergio Pitol lo enunció así:

“Pensar en formas simétricas equivale a pasear por los senderos del Edén”.

En tal sentido, es preferible aprender a saber por donde ir cuando se escriben textos científicos que andar a tontas y a locas, girando como la aguja de una brújula en la magnética Zona del Silencio, apuntando a cualquier lugar y a veces de chiripada señalando correctamente el norte. Pero para evitar esto último, el aprendiz de autor deberá intentar visualizar las semejanzas y las diferencias existentes entre los artículos de una disciplina en una revista y en otra.

Victoriano Garza Almanza