Bibliometamorfosis. Publicaciones electrónicas en Español. Si no ahora, ¿cuándo?

Asistí como espectador, consumidor y, sobre todo, como lector profesional (creo que puedo decirlo así porque leo libros desde la infancia y soy un bibliófilo consumado), a la Feria Internacional del Libro 2011 (FIL) que se realizó en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México a fines de noviembre principios de diciembre del año pasado. Es la tercera vez que asisto y, la verdad, dándole un seguimiento informal a lo que he visto ahí en los últimos tres años, quedé decepcionado porque no advierto que esta importante asamblea haya acusado el efecto de lo que sucede con las publicaciones electrónicas a nivel mundial. Por el contrario, por lo que conversé con algunos editores y escuché entre los pasillos de la feria, me pareció que editores y libreros están creando un cerco, como el círculo que los antiguos vaqueros del viejo oeste formaban con sus carruajes para atrincherarse y defenderse de los indios piel roja, para resguardarse de la avalancha bibliotecnológica.

Justificaciones tales como “el libro impreso jamás desaparecerá”; “no es lo mismo tomar un libro entre las manos, sentirlo, hojearlo, olerlo y subrayarlo que sostener el aparato frío”; “la tecnología encarecerá el costo de los libros y disminuirá el número de lectores”; “la piratería de las obras aumentará”, entre muchas opiniones más que, sin fundamento alguno, se recitaban como mantras para espantar al fantasma de las publicaciones electrónicas que amenaza su estabilidad.

Pero vayamos a los hechos. Se considera que la FIL Guadalajara es la más importante del mundo de habla hispana, y como tal debería, al menos así lo esperaría uno, de ser la punta de lanza de la industria editorial en español, tanto si se trata de libros impresos como electrónicos. Pues bien, la primera y segunda ocasiones en que asistí a la FIL llevé conmigo largas listas de libros para adquirir; no encontré ni la séptima parte de lo buscado. Eso sí, compré otros libros interesantes, pues cuando uno está acostumbrado a leer y estudiar siempre tropezará con algo sugestivo, pero no hallé lo que pretendía.

Para este último viaje a la FIL 2011, ya ni me preocupé en elaborar mi lista exhaustiva de libros, sabía que no tendría éxito. De hecho, al estar ya ahí me pareció que en esta ocasión había menos novedades que en las veces anteriores. Luego, con toda la intención, comencé a revisar los años de publicación de los libros, las nuevas ediciones, la fecha de primera publicación del original del libro traducido al español (pues normalmente hay libros que aparecen como novedades del año en español y en el idioma original se publicaron hace 10 o 20 años), etc., y llegué a la conclusión de que si eliminaba de los stands aquellos libros publicados antes del año 2000, suprimiría cuando menos el 85% de la muestra.

Algunas casas editoras hicieron el esfuerzo de exhibir sus más recientes publicaciones, pero otras daban pena. Una en especial, cuyo nombre omito, que dizque publica libros especializados de ciencia y tecnología, tenía en sus estantes puras obras de la década de los setenta. Libros viejos y deteriorados que vendían a precio de nuevo, cuando sus contenidos fueron sobre superados en los siguientes treinta y tantos años. Otras editoriales, o libreros que también asisten, llevaban puros saldos, libros que uno se encuentra a mejores precios en librerías de viejo. Y no me refiero a los libreros de antigüedades, que también había.

Muchos de los stands que rentaban editoriales de países lejanos, sub-ocupaban el espacio exponiendo apenas unas cuantas obras. A sabiendas de la respuesta, pregunté la razón de porqué tan pocas obras mostradas, a lo que respondían que por lo costoso del traslado de los libros. Luego me entregaban sus catálogos de obras que podía pedir a tal o cual país. El colmo fue observar los stands de instituciones públicas nacionales como CONAGUA (Comisión Nacional del Agua) o el INE (Instituto Nacional de Ecología), entre otras, con sus estantes ocupados por amplios vacíos y una que otra publicación. Una de ellos apenas tenía 43 títulos y la otra 25, ¡los conté!, y no todas sus publicaciones recientes. Por otro lado, a excepción del área médica, las publicaciones científicas modernas brillaban por su ausencia.

Lo que engalana a la feria y distrae al público es sin duda la presencia de tantas personalidades de la literatura, intelectuales universitarios y comunicólogos, que ahora estos últimos se asumen como escritores, quienes también han tomado escaques importantes en este juego de la imagen. Se le da difusión al libro impreso, pero no se hacen análisis de lo que se presenta y vende al público. Menos aún de lo que se muestra y su importancia dentro del contexto nacional o mundial, que no puede dejarse al margen. Unas cuantas universidades mexicanas están presentes, ante una notoria ausencia de universidades españolas y latinoamericanas, y a pesar de que son fragua de intelectuales y productoras de nuevo conocimiento el trabajo escritural de sus profesores no se advierte ahí.

Hay mucho que reflexionar y debatir sobre la metamorfosis del libro impreso al electrónico, pero sobretodo hay mucho que hacer en este universo virtual creado por los tecnólogos que ya nos dejó atrás. En resumen, a pesar de la acelerada evolución de la industria editorial electrónica, principalmente en países de habla inglesa, y de que el precio de los lectores electrónicos va a la baja (algunas tabletas chinas ya alcanzan el precio de los 35.00 US dlls) y donde ya se pueden adquirir libros a 99 centavos de dólar, es notorio el descuido que al respecto existe en los países de habla castellana para publicar libros electrónicos o eBooks.

En los Estados Unidos, a principio de este mes, el gobierno del presidente Barack Obama anunció una iniciativa por la que se pretende que las escuelas de la nación transiten de los libros impresos a los electrónicos, y que dentro de 5 años, para el 2017, los etextbooks, como se les denomina, sean la norma en todos los niveles educativos. De igual manera, el plan contempla financiar la dotación de tabletas electrónicas a todos los estudiantes que no puedan sufragar ese gasto, especialmente los de las escuelas de educación básica.

Los niños dejarán de cargar mochilas que pesan más de 25 kilos, y de llevar consigo libros costosos y desactualizados. Con las tabletas, que pesan menos de medio kilo, podrán portar todos los libros del curso ––mismos que podrán ser actualizados online––, tomar sus apuntes, compartir sus trabajos, llevar una biblioteca de consulta, investigar fuentes remotas, recibir notificaciones, y montones de cosas más. Así, el uso de la tecnología a este nivel iniciará una nueva cultura de la educación formal desde la infancia.

Es necesario que las instituciones de educación superior, media y básica; las entidades gubernamentales competentes; los políticos y legisladores; la industria editorial; y las sociedades de padres; analicen la situación de México en este asunto, y piensen en la necesidad de que los educandos y educadores transiten hacia el libro digital.

Victoriano Garza Almanza

Trabajo presentado en el Foro sobre Publicaciones Académicas Electrónicas. El libro y el journal en transición: de la pulpa a los electrónes. El Colegio de Chihuahua. Febrero 17, 2012