De la enseñanza de la escritura. 9
Obras a lomo de obras o sobre los hombros de los gigantes
A menudo se nos olvida que mucho del trabajo intelectual de los pensadores, particularmente el publicado en libros o revistas, se basa o se origina a partir de las obras de otros autores.
A simple vista esto parece ser demasiado evidente, sobre todo si se dice en voz alta a un oyente; pero si ni siquiera le sugerimos tal idea a la persona, quizá no perciba el entramado que hay detrás, ni mucho menos interprete la profundidad que pueda tener una obra.
Es muy fácil decir del trabajo de otro: “es una simple reseña”, o “es una mera revisión bibliográfica lo que hizo”, o… Pero hacerlo es otro asunto.
También ocurre que cuando se les conoce, esta clase de escritos son muy desdeñados; a menudo se les considera de tercera clase, sin valor alguno.
Científicos y escritores de renombre han realizado reseñas de libros, de artículos, de conferencias, o hasta de películas y documentales, cuyos análisis ofrecen más que el recuento del contenido o lo sucedido: muestran la obra a través de otra mirada y la enriquecen con sus experiencias.
Pero ahí no termina la revisión de uno o varios libros o artículos, hay obras completas que han emergido a partir del guiño del autor que se lee, o por la fuerza de su relato, o hasta porque le falta algo que uno advierte.
Las obras de otros, para comenzar, posibilitan no solamente la lectura de nuevas cosas, sino la lectura proactiva y crítica a quien está acostumbrado hacerlo. Y esta clase de lectura va más allá del ejercicio visual–mental, pasa a ser manual, escritural.
Karl Marx fue, por así decirlo, un pensador lecto–escritural, convertía sus lecturas en textos, como le confesó a su padre en una de sus cartas:
“Me he acostumbrado a hacer extractos de todos los libros que leo…” Y no se trataba de simples reseñas, redactó extensas monografía que fueron la base de su monumental obra. Asimismo, informa a su padre que ha traducido varios libros.
Por cierto, la traducción de textos académicos o de referencia es otro de los benjamines de la producción intelectual en el ámbito de la educación superior que, por ser una labor intelectual subestimada en las universidades mexicanas, prácticamente no hay profesores universitarios que dediquen aunque sea una parte mínima de su tiempo a esto, razón por la cual traductores de literatura (traduttore – traditore) traducen, valga la redundancia, libros científicos que salen cargados de errores técnicos y de interpretación.
Volviendo a Marx, entre otras cosas estudió inglés e italiano con el único recurso que tenía: la gramática. Todo un esfuerzo que muestra la tenacidad del intelectual.
Con su dinámica actividad lecto–escritural, Karl Marx, señala Mauricio Lebedinsky en su libro Notas sobre metodología, tenía una entrenada capacidad para penetrar hasta el fondo de los problemas complejos. Esto es lo que hoy, más o menos, se denomina deep learning.
Esta competencia, la escritural, no se logra de la noche a la mañana, como tampoco se logra escribir una obra por el mero hecho de estar alfabetizado y poder tomar lápiz y papel y garrapatear algunas frases; como en todo, hay que practicar diariamente. Leer y escribir por horas. Es un trabajo como cualquier otro. El corredor tiene que pasar horas entrenando para la carrera, el estudiante estudiando, etc.
Detrás de un gran escritor hay un gran lector. Las lecturas incentivan la mente del escritor, lo cual no significa que este construya historias recopilando lo que otros dijeron. Por el contrario, el lector–escritor reflexivo descubre nuevos caminos por la interpretación de los pensamientos de otros.
El mundo de la lectura es la dimensión desconocida para quienes no han descifrado aún su significado. Para un lector empedernido que hasta lo indecible disfruta a diario tener entre sus manos un libro, una revista, un lector digital o una computadora, la lectura le representa otra vida en su vida. Para un autor, la lectura es la fuente de energía que mantiene vivo su espíritu y sus ansias de construir nuevas historias de la vida humana o de la ciencia.
Victoriano Garza Almanza