El proyecto original de Margaret Shedd que llevó a la fundación del Centro Mexicano de Escritores (C.M.E.). Primera Parte
Mexico Writing Center. The plan is now completely worked out and applications are being received…
Resumen
La estadounidense Margaret Shedd, escritora y profesora de escritura, llegó a México en 1950 con un propósito específico: fundar un programa bilingüe de escritura creativa, para estudiantes americanos y mexicanos, en el Mexico City College MCC (actualmente Universidad de las Américas). Este programa debía ser financieramente autosustentable y sobrevivir de las colegiaturas de los estudiantes. El proyecto no prosperó y Shedd replanteó su iniciativa, ahora fuera del MCC. Así, en 1951 armó una red de intelectuales mexicanos, a quienes convenció de sus planes, y estableció el que llamó Centro Mexicano de Escritores (CME), una idea- proyecto sin recursos que tuvo que buscar benefactores para el sostén de los estudiantes que fueran seleccionados y aceptados. En se mismo año comenzó sus actividades con un puñado de aprendices de escritor. En esta primera entrega se presenta una visión contrafactual de lo que pudo haber ocurrido con escritores como Juan Rulfo y Juan José Arreola, entre muchos otros más, si Margaret Shedd se hubiera rendido porque su proyecto original en el Mexico City College fracasó y, en consecuencia, tenido que retornar a los Estados Unidos. En este escenario, la mayoría de los más reconocidos autores mexicanos de la década de 1950, que se formaron o consolidaron en ese centro, muy probablemente no hubieran alcanzado la obra ni la talla que ahí lograron. También, se menciona que el con el CME Shedd creó una comunidad de escritores, la cual vino a integrar, reforzar e impulsar el trabajo creativo de los jóvenes que se convirtieron en los escritores que hoy conocemos.
Historia contrafactual
¿Qué hubiera sucedido si Margaret Shedd, quien vivía plácidamente en California, escribiendo y publicando novelas y cuentos, y enseñando escritura en la universidad de Berkeley, no hubiera estado prendada de la cultura y tradiciones mexicanas, ni se hubiera trasladado a México, en 1950, con el único propósito de fundar un programa bilingüe de escritura creativa, que incluyera no únicamente a estudiantes mexicanos sino también a estudiantes americanos?
¿Qué hubiera pasado con el trabajo de los escritores, cuentistas, poetas, dramaturgos y ensayistas mexicanos, como Rubén Bonifaz Nuño, Emmanuel Carballo, Alí Chumacero, Sergio Magaña, Juan José Arreola, Juan Rulfo, Luisa Josefina Hernández, Rosario Castellanos, Ricardo Garibay, Emilio Carballido, Elena Poniatowska, Jorge Portilla, Tomás Segovia, Héctor Azar, Carlos Fuentes; y los muchos más aprendices de escritores que en los siguientes años concurrieron a ese programa, como Jorge Ibargüengoitia, Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Jaime Sabines, Vicente Leñero, José Agustín, José Emilio Pacheco, Sergio Galindo, o Carlos Monsivais, entre decenas más?
¿Y qué hubiera sucedido si los intelectuales de peso, como fueron Alfonso Reyes, Julio Torri y Agustín Yáñez, no hubieran sido convocados – ¡por una extranjera! – para apoyar un programa para la enseñanza de la escritura (donde después estuvieron como consejeros Ramón Xirau, Julio Jiménez Rueda y Octavio Paz), o si ellos no hubieran aceptado ser parte de ese extraño proyecto que no tenía antecedentes en el mundo de habla española?
Pues bien, conjeturando y respondiendo muy brevemente a algunas de esas interrogantes, es posible imaginar lo que hubiera ocurrido si algunos de los primeros becarios del CME, como Juan Rulfo, “el más creativo” (en cuya sede primero escribió y pulió El llano en llamas y después su novela Pedro Páramo) o Juan José Arreola, “el histrión” (que estilizó lo ya escrito anteriormente y creó nuevos textos), no hubieran obtenido la beca de Shedd ni su patronazgo para publicar, traducir a varias lenguas y difundir sus primeras obras.
La obra de Rulfo ¿se hubiera escrito? ¿Lo hubiera hecho a solas, en su casa, sin la resonancia de la coordinadora del taller, de la lectura crítica de los expertos escritores, y del compañerismo cómplice o antagonista de los otros becarios? La razón de esta duda es que el equilibrio mental de Jun Rulfo en esa época fue puesto en duda por su compañera becaria Luisa Josefina Hernández, sobre quien declaró a CBF (sic), funcionario de la Fundación Rockefeller: “necesita un psiquiatra, y bajo las presentes circunstancias es realmente peligroso para su familia y para otros”. Asimismo, también respondiendo a CBF en una entrevista, Alfonso Reyes se refirió a Rulfo como “brillante pero alcohólico” (Rockefeller Archives, 1956).
Luego, si a pesar de ello Rulfo hubiera escrito sus dos libros (hay que recordar que Pedro Páramo tenía al principio más de 300 páginas y con el ejercicio del taller de Shedd terminó en alrededor de 120 páginas, y recordar también que Ricardo Garibay era su más acerbo crítico), podemos suponer que su obra original (la de las 300 páginas o más) habría sido muy diferente a la actual, tardado años en publicarse y traducirse, y el reconocimiento sería tardío.
Arreola, aunque muy imaginativo, tal vez se habría demorado en dar con el modelo de los talleres de escritura que trajo Shedd a México (algunos de los ex pupilos asumen que Arreola inventó esos talleres en Guadalajara, en los años 40’s. Pazarín. 1995), ni se le hubieran acercado tantos jóvenes como cuando era escritor famoso en la ciudad de México, cuando con éxito replicó el taller de escritura (le llamaban literario) por su cuenta y en su casa. Todo pudo haber sucedido.
Carlos Fuentes, como la misma Shedd mencionó en uno de sus escritos sobre el Centro Mexicano de Escritores, llegó al taller (1956) siendo ya un escritor, un joven con mucho mundo recorrido, que “voló por su propia cuenta”, aunque con una beca del CME ahí desarrolló su novela La región más transparente. La inmensa mayoría no era como Fuentes.
La Sra. Margaret Shedd no únicamente fundó el Centro Mexicano de Escritores (CME) en la ciudad de México en el año de 1951; sino que un año antes, en 1950, estableció el programa bilingüe de escritura creativa en el Mexico City College (actualmente la Universidad de las Américas). Además, otro aspecto tan importante como la instauración de esos programas y que aún no se ha destacado, es que con este mismo proyecto ella también construyó y promovió una comunidad de escritores, misma que se prolongó por más de medio siglo y que, lastimosamente para el resto del país, estuvo centralizada en la ciudad de México y jamás se regionalizó.
Esa comunidad de escritores mexicanos, con sus deferencias y simpatías entre sus miembros, fue la que le dio presencia y fuerza al primer proyecto colectivo de escritores en español, y que permitió que jóvenes aprendices de escritor crearan un ambiente de gente como ellos, y que, bajo la coordinación de Margaret Shedd y la guía experta de Reyes, Torri y Yáñez, y después otros, pudieran sembrar, innovar e impulsar una forma de hacer literatura a la mexicana y salir adelante.
Juan José Arreola fue quizá el único de esos becarios de las primeras generaciones del CME que supo asimilar el espíritu de los talleres de escritura, que eran el estilo del Iowa Writer’s Workshop que trajo la Shedd, e insuflarlo a los jóvenes que atendía en su misma vivienda.
Próxima entrega: El proyecto original de Margaret Shedd que llevó a la fundación del Centro Mexicano de Escritores (CME). Segunda Parte: Los motivos de Margaret Shedd
Victoriano Garza Almanza
Cd. Juárez, Chihuahua
Frontera MEXUS
Jueves 5 de Septiembre del 2019
El proyecto original de Margaret Shedd que llevó a la fundación del Centro Mexicano de Escritores (C.M.E.): Segunda Parte. Verla en: http://bit.ly/2kxpeKE
El proyecto original de Margaret Shedd que llevó a la fundación del Centro Mexicano de Escritores (C.M.E.): Tercera Parte. Verla en: http://bit.ly/2m5KZ4H