Formación de Investigadores: Un modelo basado en el desarrollo de habilidades no-técnicas

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Formación de Investigadores

Formación de Investigadores

Palabras del discurso inaugural del Doctorado y Maestría en Investigación

Ciclo escolar 2013. El Colegio de Chihuahua

Lunes 12 de Agosto, 2013

Buenos días a todos los aquí presentes. Estudiantes, profesores, visitantes. En nombre de El Colegio de Chihuahua y en el mío propio les doy la más cordial bienvenida a esta sesión inaugural del Año Académico 2013 del Doctorado en Investigación y la Maestría en Investigación.

Pensando en los estudiantes de nuevo ingreso a la tercera generación de la Maestría en Investigación y de la segunda generación del Doctorado en Investigación; así como en los estudiantes de la primera generación del doctorado, quienes reingresan para empezar el 4º semestre, sin olvidar al grupo de mujeres que en el año 2007 creyeron en el proyecto y formaron la primera generación de la Maestría en Investigación, y como miembro fundador de El Colegio de Chihuahua, quisiera decirles que con su presencia y confianza están creando una comunidad académica cada vez más diversa y numérica en esta institución.

El Colegio de Chihuahua, fue creado por decreto del H. Congreso del Estado de Chihuahua el sábado 29 de octubre del 2005, y entró inmediatamente en funciones el lunes 31 de octubre. En pocas semanas, al término de ese año, el pequeño equipo de investigadores que generó la idea del colegio y elaboró el proyecto fundacional de esta institución allá por el año 2002, y que hizo llegar la iniciativa al gobernador electo del Estado de Chihuahua en el año 2004, se conjuntó de inmediato para comenzar a trabajar.

El primer año fue para materializar la estructura conceptual e intelectual que a la larga le daría personalidad y sentido a la institución; para proporcionarle una presencia física, pues aunque se le otorgó un recurso económico permanente, al comenzar no teníamos una oficina, ni muebles, ni equipo. El colegio carecía de imagen, de presencia y, en consecuencia, de reconocimiento.

Acababa de nacer y necesitaba desarrollarse, crecer, y producir para adquirir su carné de identidad, y legitimarse en una región geográfica, que es la frontera México – Estados Unidos, donde existen numerosas instituciones de educación superior, tanto mexicanas como estadounidenses; universidades y tecnológicos muy concurridos, económicamente pudientes, con grandes campus y moderna infraestructura educativa; con amplio prestigio y presencia en la comunidad, y algunas, como la Universidad la Autónoma de Ciudad Juárez, la Universidad de Texas en El Paso, el Instituto Tecnológico de Ciudad Juárez, entre otras.

Pues bien, dentro de nuestras líneas de trabajo personales, los 3 investigadores que éramos planteamos en aquel momento 2 líneas de investigación y un proyecto de dibujo, que resultaron en: estudios ambientales ––que dio origen al Observatorio Ambiental––, estudios de Norte América ––que desapareció en agosto del 2009––, y un proyecto para la elaboración de cómics de salud, los cuales se transformaron en los programas fundacionales del colegio.

Pero la misión del colegio no solamente era investigar sobre problemas regionales o del país, sino, también, proporcionar educación a nivel de posgrado para formar investigadores.

Entonces, aprovechando una flaqueza que había identificado años atrás entre profesores investigadores mexicanos, y que coincidía con lo que algunos investigadores americanos habían detectado entre sus colegas, en los Estados Unidos, advertí que en la educación de los estudiantes de maestría y doctorado provenientes de muchas regiones del mundo ––independientemente de lo reconocida o no que fuera la institución de donde egresaran, y a pesar de la sólida educación científica o humanística adquirida––, adolecían de ciertas habilidades básicas que un investigador debe poseer para realizar su trabajo de una forma más integral y profesional.

Tal cual lo estableció Feibelman en su obra, Un doctorado no es suficiente, donde refiere que a pesar de su alto coeficiente intelectual, la obtención de su grado PhD con honores Summa Cum Laude en la Universidad de Columbia, y de un entrenamiento posdoctoral, estuvo a punto de retirarse de la carrera científica cuando apenas estaba por comenzar como físico investigador. El motivo: sabía mucho de su disciplina y manejaba incontables métodos de hacer investigación para abordar nuevos problemas y producir resultados originales, pero ignoraba cómo elaborar una agenda de investigación institucional, cómo priorizar problemas y desarrollar propuestas, en dónde buscar recursos financieros extrapresupuestarios para pagar las investigaciones, cómo planear, organizar y coordinar una reunión, etc. Todo esto y más le exigieron desde el primer día de haber comenzado a trabajar en un centro de investigación y, al no poder responder a esas necesidades, entró en crisis, lo cual le llevó a retirarse de los laboratorios por más de un año… hasta que descubrió cuál era el problema, y se dio a la tarea de resolverlo.

Lo que Feibelman no conocía para realizar su trabajo, que iba más allá de realizar exclusivamente investigación, eran las que se denominan habilidades no-técnicas, también llamadas por él: habilidades de sobrevivencia. Y la razón por las que las desconocía es simple: la enseñanza de las habilidades no-técnicas no forma parte del currículo del posgrado de ningún programa de maestría o doctorado. Sabía mucha física, pero no, por ejemplo, cómo y de dónde obtener financiamiento para sus proyectos.

Las habilidades no-técnicas no tienen nada que ver con las habilidades técnicas del científico, sino con las formas en cómo algunos emplean de la mejor manera su entrenamiento en ciencias, ingeniería, humanidades o arte, para potenciar su esfuerzo, aumentar la producción, e impactar más en su entorno laboral y social.

Algunas de las habilidades no-técnicas que se adquieren mediante dicha preparación paralela al entrenamiento técnico, son:

  1. la      escritura científica o académica
  2. la      publicación científica
  3. la      comunicación y presentación científicas
  4. la      divulgación científica y/o cultural
  5. la      elaboración de propuestas de investigación ganadoras
  6. la      búsqueda de fuentes de financiamiento extrapresupuestario
  7. la      inteligente búsqueda de información más allá del simple guguleo
  8. la      identificación de bases de datos especializadas
  9. la      conducción de individuos o grupos de investigación
  10. la      capacidad de convocatoria para la organización de programas,   proyectos, o eventos
  11. la      imaginación constructiva
  12. la      creatividad científica, educativa, y social
  13. la      innovación tecnológica
  14. el      establecimiento de redes virtuales
  15. muchas      otras más

Con esto en mente, y habida cuenta la experiencia previa que tuve al organizar un par de diplomados para la preparación de nuevos investigadores en el Instituto de Ingeniería y Tecnología de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, entre los años 2003 – 2005, y varios talleres de escritura científica para profesores investigadores en algunas universidades de México, consideramos que para formar investigadores había que replantear el esquema de entrenamiento convencional.

Es decir, partimos de la premisa de que para nadar se aprende nadando, para escribir se aprende escribiendo, y para investigar investigando. Si uno toma todos los cursos habidos y por haber sobre las diferentes técnicas de natación, sobre cómo cruzar ríos u océanos a nado, sobre la física del mantenimiento de los cuerpos sólidos a flote en el agua, sobre la mejor nutrición del nadador para aumentar su capacidad, sobre el braceo y el movimiento de piernas que lo acompaña, sobre la depilación del cuerpo para disminuir la fricción con el agua, etc., y si jamás metemos un pie en la piscina, menudos nadadores vamos a ser.

Esto pasa con la investigación. Si estudiamos toda la teoría de la ciencia que nos interesa, si aprendemos a manejar las técnicas de laboratorio y campo, y por sus publicaciones llegamos a identificar a los mejores investigadores de nuestra disciplina, y leemos sus mejores artículos y escuchamos su sabia palabra en las conferencias, esto no nos hace investigadores, así pasemos tres o diez años tomando todas las materias sobre el tema que nos embelesa. Seremos más eruditos y podremos citar a todos los autores desde la formación de la tierra hasta el día de hoy, pero de difícilmente llegaremos a convertirnos en investigadores.

También nos dimos cuenta de que el ejercicio de la investigación científica y académica, que tradicionalmente ha sido un quehacer que distingue a una minoría de personas asociadas a universidades y centros de investigación, por largo tiempo se ha considerado en países como el nuestro exclusivo de ese sector de la sociedad.

Pero no es así. De tiempo atrás, y hoy más que nunca, existen numerosos investigadores  que realizan sus estudios en lugares que nadie imagina o que a nadie se le habría ocurrido utilizar, como el laboratorio privado, el consultorio, el taller, o hasta el propio hogar.

A esta clase de investigadores se les denomina, dependiendo del enfoque de su quehacer, de dos maneras (1) investigadores civiles, que trabajan con problemas de la sociedad, y (2) empresarios investigadores, que buscan oportunidades de innovar en sus entornos de trabajo.

En resumidas cuentas, se trata de individuos  que, además de su educación universitaria, poseen habilidades técnicas vigorosas, imaginación, creatividad, y, por supuesto, habilidades no-técnicas; y que, por intereses personales y sin depender de un presupuesto público que sustente sus proyectos, se entregan a la investigación de tiempo parcial o tiempo completo, sufragando por sí mismos sus actividades.

Algunas de las diferencias entre el investigador civil y el empresario investigador respecto al investigador institucional ––por denominarle de alguna manera al investigador que trabaja en la universidad o en el centro de investigación–, es que éste último realiza sus estudios obedeciendo (1) a una serie de criterios particulares ––basados en el gusto personal––, (2) colectivos ––basados en la moda o corrientes de investigación del momento––, o (3) por situaciones coyunturales que emergen espontáneamente en el diario vivir.

El investigador tradicional pretende la originalidad hasta las últimas causas, en detrimento de las soluciones que a sus problemas demande la sociedad que lo acoge. Otra diferencia está en la responsabilidad social del investigador, donde el científico civil destaca por su visión afín a la sociedad, mientras que el empresario investigador orienta su mirada a la innovación con impacto técnico y económico, y el investigador tradicional atienda a la producción científica que le posicione dentro de la comunidad científica.

Asimismo, como nos dimos cuenta de lo que es evidente para todo investigador ––que la información se desborda por donde quiera que uno mire, y que existe información de verdadera utilidad pero que no la hacemos en este mundo––, encontramos que hay una sub utilización de la misma, pues los expertos normalmente acotan no sólo sus campos de estudio sino sus fuentes de referencia, reduciéndolas a veces a no más de 10 o 15 journals ––en un universo de miles––, como solía hacer el Nobel Joshua Lederberg. Esto, según se le mire, más que fortaleza puede representar una deficiencia, pues la inteligente y estratégica búsqueda de información es también una habilidad no-técnica.

También detectamos que si además de esto se lleva a cabo una alfabetización en el ámbito de la filosofía y el método de la ciencia ––terreno prácticamente desconocido para la mayoría de los investigadores––, la construcción de esquemas conceptuales y exploratorios, y de propuestas de investigación por parte de los estudiantes, tiende a mejorar su perspectiva y a ser más aguda y fina.

Por estas y otras inquietudes, nos dimos a la tarea de crear y organizar un posgrado para la instrucción de la investigación científica y académica ––en un aprender a investigar investigando––, con grupos de estudiantes compuestos por personas provenientes de diferentes carreras universitarias, con otra nueva intención, de que en su formación se produzca el intercambio de experiencias que amplíe el panorama del quehacer investigativo en cada uno de ellos.

En el modelo posgraduado de maestría y doctorado para la formación de investigadores, que con el invaluable apoyo de un grupo de profesores de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, que creyeron en el proyecto, implementé en El Colegio de Chihuahua ––posgrados creados a partir del diplomado arriba señalado––, que consiste en un entrenamiento para el desarrollo de habilidades no técnicas, el empleo de las capacidades técnicas particulares a cada disciplina, el quehacer investigativo, y la asesoría por parte de un investigador experimentado, se pretende formar investigadores que puedan realizar su trabajo dentro o fuera de la academia ––como investigador civil, empresario investigador, o investigador tradicional––,que sean capaces de realizar investigación en el ámbito civil, empresarial, y académico, y aportar el beneficio de su preparación.

Y ya en este punto, para finalizar mi intervención, hablemos de nuestro invitado, el Dr. Ismael Carvallo Robledo, a quien agradezco haya viajado desde la ciudad de México para estar con nosotros en Ciudad Juárez, y quien es el responsable de la cátedra inaugural del año académico 2013 de El Colegio de Chihuahua.

El Dr. Carvallo Robledo, a mi modo de ver, reúne las características del investigador civil, pues las labores de análisis político, económico-estratégico, comunicacional, histórico, ideológico, geopolítico y filosófico para el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Lic. Marcelo Ebrard, son las que un intelectual de ciencias o humanidades empeña para llevar a cabo su trabajo.

En función de esa experiencia, pedimos al Dr. Carvallo estructurara un seminario-taller donde exponga un poco el cómo, apoyándose en el sistema filosófico materialista del profesor Gustavo Bueno, de la Escuela de Filosofía de Oviedo, cómo herramienta metodológica, y con la problemática que ofrece una ciudad como la de México, D.F. como material de trabajo, se hace investigación con sentido, obedeciendo a una agenda ciudadana y a los tiempos que nos tocaron vivir.

¡Muchas gracias!

Victoriano Garza Almanza