La redacción de la tesis doctoral como taller de entrenamiento para la escritura de libros
Si caminamos lo suficientemente lejos, alguna vez llegaremos a algún lugar.
Dorothy. En El Maravilloso Mago de Oz. LF Baum
La tesis de doctorado puede ser el primero y último trabajo serio de redacción del estudiante que obtiene su grado doctoral a través de la escritura de los resultados de su investigación y la consiguiente defensa de la disertación. Los ensayos, reportes, informes y todos los documentos preparados formalmente por escrito durante esos años de educación universitaria, fueron meros ejercicios de precalentamiento para la prueba final: la elaboración de la tesis doctoral.
Con decir “puede ser el primero y último trabajo de redacción serio”, me estoy refiriendo a que la mayoría de los egresados ya no volverá a escribir nada tan tardado, tan profundo, tan documentado, ni tan extenso como la tesis; ni a tener a alguien constantemente encima (el asesor, si es que acaso le pone atención a su tesista) diciéndole qué está bien y qué no está bien de los esbozos manuscritos, dónde quitarle o agregarle, ni cómo hacer más claro lo confuso o simple lo abstracto.
Puede ser el primero y último trabajo de redacción serio por dos posibles razones: (1) porque al terminar el doctorado los egresados se incorporarán a la función pública, o a la empresa, o a la vida de los negocios, o a vivir de sus rentas, y dejarán atrás al escritor escolar; o, (2) porque, también, aunque se afilien a la academia como docentes o como profesores investigadores, la búsqueda de reconocimiento y de la prosperidad profesional –que son estimulados y premiados económicamente por instituciones como el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en México–, les fuerza a la redacción y publicación de pequeños comunicados que informan los resultados de sus estudios, comunicados que no son otra cosa que los artículos académicos y/o científicos.
Así, para el profesor universitario, en el contexto del “publica o perece”, el aproximarse a la mera idea de escribir un libro como autor individual, ni siquiera es tomada en cuenta. Para esos docentes y/o investigadores, ponerse a planear y escribir un libro les representa una gran pérdida de tiempo que va en detrimento de la producción de sus artículos.
Son relativamente muy pocos los graduados doctorales que –en la praxis pública o privada o en el medio de la educación superior o de la ciencia– dedican parte de su tiempo, estudio y trabajo a la preparación de un tratado, de un libro de texto o de un manual técnico.
No obstante ese futuro que le depara al hoy estudiante de doctorado, el de enfilarse a una carrera académica y/o científica escribiendo artículos de investigación por 20 o 30 años, si se da cuenta a tiempo (cuando inicia su doctorado) de que el mero hecho de tener que lidiar con la redacción de su tesis (por dos o tres años o más) puede ser tomado como un taller de escritura de largo plazo, no dude que al final se forje como escritor de futuros libros.
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Victoriano Garza Almanza
Frontera MEXUS
Marzo 29 de 2019