EL ARTICULO CIENTIFICO COMO ARTE DE LO CONCRETO EN LA COMUNICACION DE LA CIENCIA
Esqueleto de pescado. Fuente: Anatomy and physiology of a scientific paper. Autor: Sultan Ayoub Meo. Saudi Journal of Biological Sciences 25 (2018) 1278–1283.
De novelas largas y cuentos cortos
Jorge Luis Borges no era amigo de las obras extensas. Dejó su punto de vista en claro cuando escribió: “Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en 500 páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario” (Borges JL. 1985. En el prólogo de El jardín de los senderos que se bifurcan).
Los científicos no escriben libros, porque son muy dilatados: en extensión y en tiempo para elaborarlos
Los científicos que no escriben libros –que son la inmensa mayoría–, redactan sólo reportes técnicos de sus estudios; los elaboran como si se tratara de cuentos cortos, pequeñas historias basadas en una realidad que ellos investigan y que describen –a su entender– lo más objetivamente posible. Seguramente, muchos científicos estarán encantados con la postura crítica y de autoridad literaria de Borges ante la idea de que, tener que escribir interminables narraciones tipo “novelas río” –como les llaman algunos–, es un “desvarío laborioso”, un despropósito.
Y es que el más importante género de comunicación en ciencia, que es el artículo científico –también conocido como artículo de investigación –, es un informe relativamente corto; corto si lo comparamos con los extensos ensayos o inagotables novelas de pensadores y novelistas. Corto en comparación con los artículos de algunas disciplinas de las humanidades, las ciencias sociales y administrativas, o las artes, donde sus exponentes acostumbran a escribir artículos de 15,000 o 20,000 o más palabras, que son como capítulos de libro o Kindle Single.
Dos ejemplos de artículos breves y famosos
El artículo científico puede ser tan concreto como el artículo sobre el modelo del ácido desoxirribonucleico o ADN (Molecular structure of nucleic acids. Nature, 1953), que tiene alrededor de 800 palabras y una sola figura –cuyo contenido condujo a Watson y Crick al Premio Nobel–, o como el artículo de Hans Selye, donde publica su descubrimiento sobre el estrés (A syndrome produced by diverse nocuous agents. Nature, 1936), de 570 palabras y sin figura alguna.
Alice, en Writing Tips describe claramente lo que significa la escritura corta en los negocios, que de igual forma se aplica a la ciencia, y lo pone así:
“La brevedad en la escritura es escribir en un estilo breve, mientras que al mismo tiempo cubres todos los puntos necesarios. Básicamente, estás diciendo lo más posible con la menor cantidad de palabras aceptables. Es una de las cosas más difíciles de hacer correctamente en la escritura [ya sea profesional, académica o científica], pero a menudo produce algunos de los mejores trabajos e influencias en la escritura de un gran plan de negocios” o en la escritura de un artículo científico.
La ley del menor esfuerzo
¿Para qué escribir libros si lo que reconoce y evalúa la comunidad científica son los artículos de investigación?
Esta es la razón principal por la que la mayoría de los científicos de la actualidad desestima la importancia de escribir libros sobre sus áreas de experiencia, desdeñando la redacción de amplios y sesudos tratados que les tomará tiempo hacer y les restará esfuerzo a su labor prioritaria, que es la investigación.
Otra justificación está en que como los investigadores ya no trabajan en solitario, como hacían los sabios del pasado, sino en equipo; y mientras más grande y organizado en redes este ese equipo, mejor. Así, el trabajo de preparación de los artículos lo hacen conjuntos de 6, 8, 10 o más participantes, dividiéndose la tarea entre ellos.
Para que te des una idea de hasta donde ha llegado esto de las redes de investigación, hay un artículo del CERN que se publicó en la revista Physical Review Letters, en mayo 2015, que tiene 5,154 autores. El artículo Combined Measurement of the Higgs Boson Mass in p p Collisions at √ s = 7 and 8 TeV with the ATLAS and CMS Experiments tiene 33 páginas: 7 páginas corresponden al tema y las restantes 26 enlistan a los autores. Antes del internet la colaboración era más tardada, con la aparición de este medio se abrevió el tiempo de producción de papers y se innovaron los modos de hacerlo.
Borges carga contra Reyes
No hay que tomar tan a pecho lo expresado por Borges sobre la no escritura de vastos libros. El mexicano Alfonso Reyes escribió en su diario, en 1937: “Borges es el tipo de inteligencia que tiende a crear academismos rigurosos. Ahora ha preocupado a P.H.U. [Pedro Henríquez Ureña] con [la idea de] que yo debo escribir libros de un solo punto de 200 páginas, porque si no, no se podrá decir que dejé obra, sino sólo que conmigo ‘pasó algo en la prosa castellana‘” (A Rangel Guerra. 1993. Las ideas literarias de Alfonso Reyes. México: El Colegio de México).
Y eso ha ocurrido con muchos investigadores del pasado y de hoy, algo pasó en la ciencia con ellos. Escribieron docenas de artículo, unos cuantos posiblemente útiles en su momento, pero que ahora son títulos perdidos en las bases de datos o en archivos de papel de viejas bibliotecas. Cuando mucho, se preocuparon por publicar libros en red, con otros 70 o 120 colegas, pero no dejaron libros como autores únicos.
El motivo de la preocupación de Alfonso Reyes radicaba en que, seis años antes, Borges había comentado a Henríquez Ureña –amigo de AR– que Reyes producía escritos dispersos de diferentes temas, y que esa propensión –prolífica pero dispar– la debería de superar, o de lo contrario habría muchos ensayos y artículos suyos, variados y desperdigados en decenas de revistas y periódicos de todos los países de habla castellana. Esto llevó a Reyes a comenzar a escribir libros originales y a utilizar su obra dispersa para compilar otros.
¿Por qué escriben artículos cortos los científicos?
Los miembros de la academia y la ciencia –en su mayoría– comparten un mismo síndrome, cuyos signos son los siguientes:
1. escriben corto (papers, ponencias, comunicados, notas técnicas, proyectos, etc.) y conservan inédito –en su mente, en bitácoras empolvadas o en el anecdotario– mucho de su saber
2. escriben únicamente cuando están en activo (dejan de hacerlo cuando se van de vacaciones, cambian de oficio, se retiran o de plano cuando se aburren)
3. escriben con modelos retóricos propios de sus cotos disciplinarios
4. escriben y publican poca obra (dos o tres trabajos cortos por año)
5. llevan esos mismos trabajos cortos a las conferencias, casi sin ningún cambio
6. realizan trabajos multiautoría (casi todo lo hacen en equipo) (a veces algunos nunca escriben, sus aportaciones al equipo no son escriturales sino de otra clase)
7. dirigen sus escritos a audiencias pequeñas (lo que les interesa es que se publiquen sus textos)
8. desestiman la producción de libros de texto, tratados, libros y, especialmente, artículos de divulgación
9. no escriben a diario
10. los científicos son pobres escritores (datos procedentes de la evaluación de pares de reconocidas revistas internacionales, reflejan que de cada 100 artículos recibidos: 19 son buenos; 57 son pasaderos; 24 son muy pobres. El rechazo es del 81%)
Por lo antedicho, el escrito corto, bien o mal escrito, es el que impera en la comunicación científica.
¿Qué tan largo debe ser un artículo científico?
Bueno, los ejemplos de Watson & Crick y el de Selye, señalados líneas arriba, son breves artículos cortos, aunque suene repetitivo.
El artículo científico original es corto por excelencia. El artículo científico debe ser tan largo como sea necesario, pero tan corto como se pueda; siempre y cuando los autores digan lo que tengan que decir con la menor cantidad de palabras.
No existe una regla única. Los manuales de la APA, AMA, MLA o Chicago, usualmente recomiendan una extensión de entre 10 a 15 páginas escritas a doble espacio y sin aire; esto supondría entre 3,600 a 5,500 palabras. Esta clase de artículos cortos son en verdad artículos demasiado largos. Pero cada autor sabe de sus necesidades, sus intereses, y de qué tanto le va a meter a su artículo.
De artículos cortos a libros largos
Mario Vargas Llosa tenía una idea de por qué Borges escribía obras cortas. Según MVLL, “Borges despreciaba la novela en su forma tradicional porque [la novela] estaba muy cerca de la vida, era demasiado mimética y, por lo tanto, era imperfecta” (En K Gunnars. 2004 On writing short books. World Literature Today. Vol. 78, No. 2).
Los académicos y científicos, en una amplia mayoría (no todos), rechazan las obras extensas, principalmente porque no saben escribir como autores solitarios, porque no pueden mantener un tren de trabajo de meses o años escribiendo en base a un proyecto, ni saben esquematizar ni componer obras largas. Pero, sobre todo, no les interesa porque los sistemas de fomento a la ciencia, que les proporcionan estímulos económicos por sus obras cortas, no reconocen el esfuerzo de los trabajos largos de los investigadores.
Un bestseller académico
Pero existen obras extensas que no sólo han posicionado a sus autores, académicos y científicos, en sus campos de expertise, sino que también les ha retribuido económicamente. Por ejemplo, el libro Microelectronic Circuits: Theory And Application, de Adel Sedra, que es un mamotreto de casi 1,500 páginas, desde su publicación en 1982 (porque los fundamentos que propone siguen vigentes) se mantiene como un manual de estudio y trabajo, y es un bestseller académico. Además de otros beneficios, como premios y otros honores, este libro le ha redituado al autor más de un millón y medio de dólares.
Colofón
En el mundo del eBook abundan los textos breves en forma de libros cortos, rellenos de frases célebres y dibujos.
Parte de este artículo se publicó originalmente como El arte de lo concreto en la ciencia. El Diario NTR. Guadalajara, Jalisco. México. 28.III.2016.
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Victoriano Garza-Almanza
Ciudad Juárez, Chihuahua
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Lunes 27 de julio de 2020